martes, 2 de abril de 2019

Música entre líneas

Se puso un listón y ató su pelo, aquella tarde de domingo y se quedó pensando en tí, recordándote, observando aquel osito dormilón que le regalaste, el día que con un besito te alejaste, una perla negra rodó por su mejilla y cansada de tanto recordar, salió a pasear.

Se puso el gabán y su sombrero, se mira en el espejo y ve a un hombre joven, cuando en realidad se siente como de 100 años, observa una hebra de cabello blanco que adorna su pelo y bajó los ojos a media asta, sí, su primera cana, noticia de su vejez. Para escapar de una realidad que lo ahoga, decide salir a caminar.

Y como si fuera cosa del destino, ambos en el parque tropezaron, se encontraron, se miraron...ella era fina y sencilla (pensó él), él un flaco con un conato de panza (pensó ella), hubo algo eléctrico entre los dos, que no saben como apareció, pero que los unió.

Fue un amor chiquitico que se convirtió en gigante, fue un amor para la historia. Ambos quedaron prendados uno del otro, él de sus ojos verdes que lo matan, nunca había visto tanta belleza. Ella de su barba que raspaba como lija y de sus caderas afiladas y escurridas. 

Él le propone que vayan al cine, y besarse entre mucha gente, ella le pide tiempo para conocerle. De algo están claros, que no saben que sucederá mañana y los momentos hay que vivirlos. Se sentaron en un banco del parque y el cielo fue testigo del beso que se dieron, niños jugando, palomas volando, todo se detuvo cuando sus labios se unieron, solo se escuchaba el latido de sus corazones al ritmo de tambores.

Se tomaron de la mano y se fueron caminando, ambos compartían la misma sensación, pensar que después de viejos queriendo y con todo el corazón, no es algo que le pase a todo el mundo, y ellos, privilegiados del amor, pueden darse por satisfechos que aunque tarde, llegó.

Mi nombre es Kassem y Soy Zuliano.

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