martes, 2 de abril de 2019

El discurso del bufón

Y fue así como el rey de pacotilla moría en la isla de los que no pensaron, de los desahuciados de espíritu, de los invertebrados de libertad, bajo la mirada de su maestro, el pupilo yacía sereno en la cama de un hospital en el paraíso de cartón, a su lado, los bufones de la corte mediocre que rige al país benefactor de las cuentas del continente.

Horas antes, en lo que sería su lecho de muerte, el rey de pacotilla buscaba preservar su imagen dentro del grupo de seguidores que lo idolatran, para ello debía identificar dentro de su corte de bufones al más inepto, al que maximizaría su labor a través de su incompetencia. No fue un trabajo fácil, ya que muchos cumplían con el perfil deseado, pero uno destacó entre todos, el perro fiel, el más maleable y manejable, el que trataría de imitarlo y solo sería una versión de poca monta del gran rey de pacotilla, de esa manera se le extrañaría aún más dentro del seno de su corte.

Fue así, como con su malvado ingenio llamó a quien sería su sucesor, condecoró al hijo predilecto y por real decreto lo convirtió en el "único" que podía continuar el legado, siendo la marioneta perfecta para los titiriteros de la isla, un reino que estaba en la ruina total, que fue rescatado y resurgió gracias a las riquezas obsequiadas por el rey de pacotilla, y que ahora deberían asegurar a toda costa. A ellos no les interesa el bienestar del reino, ni de sus súbditos, sino el suyo propio, es por eso que veían con buenos ojos la desaparición física del rey de pacotilla, ya que no podían poner en riesgo todo lo que habían conseguido, por lo que necesitaban perpetuar su control a través del mayor de los idiotas.

El bufón más tonto se convirtió en el rey bufón, y para dar inicio a su reinado de lo absurdo decidió dar un discurso. Todo se preparó, buscaron un logopeda que lo ayudaría en la modulación, utilizaron los servicios de un escritor de sandeces y alabanzas al rey de pacotilla y le encomendaron el texto que el rey bufón leería en cadena nacional, investido con bandas y condecoraciones que obtuvo gracias a ser el mejor lame culos del reino.

Todo se preparó para su alocución, a su alrededor aparecían todos gordos y rozagantes los que en otrora lucían lánguidos y famélicos, los que tienen sus manos llenas de sangre, sangre de ciudadanos de ayer y de hoy, pero a ellos les da igual, su ambición no tiene límites ya que la penumbra que arropa al reino, es luz en sus cuentas helvéticas.

Se acercó al atril temblando, en una mano las hojas con el discurso y en la otra una empanada a medio comer. Colocó las hojas, tropezó el micrófono y le pegó otro mordisco a la empanada. Comprobó el sonido con un "probando...1, 2, 3", llenando así el micrófono con restos de la empanada. La sala estaba repleta de plebeyos listos para aplaudir y vitorear al nuevo rey bufón. Justo antes de empezar se fue la luz del recinto, todos corrieron a buscar refugio ante un posible atentado, pero el rey bufón se quedó en su lugar, inmóvil, mirando a todos como corrían despavoridos, asumiendo un rol de poder y valentía, pero la realidad era que se había cagado encima, cuando no tuvo más remedio que andar, la huella de lo que sería su reinado quedó plasmada en el suelo de su palacio.

Mientras tanto en el cuarto de los fusibles, hijos del moribundo rey de la isla y de su hermano, disfrutaban viendo como los plebeyos corrían, mientras ellos jugaban a quitarle la energía al reino.

Mi nombre es Kassem y Soy Zuliano.

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