jueves, 24 de julio de 2014

El comienzo de algo grande

El punto de encuentro para la salida era la Facultad Experimental de Ciencias o Grano de Oro como es mejor conocida. Era el antiguo aeropuerto de Maracaibo que tuvo que ser clausurado por un terrible accidente que dejó mas de un centenar de muertos, todos esos terrenos fueron traspasados a la Universidad del Zulia y justo en lo que albergaba la torre de control y área para que las personas despidieran o recibieran a los viajantes, se encuentra enclavada la Licenciatura en Computación.

Yo me levanté muy temprano como en otrora lo hacía para ir a la playa, mi papá me dejó por el lado de la avenida Universidad, ahí ya estaba Sebas esperando que llegara el transporte y el resto de la gente. Poco a poco fueron apareciendo los muchachos...Sebastiano, Macuto, Johann, Daniel, Yoegni, Gerardo, Ángel Morales, Chongo, Greco, Reny, Heberto, Lorena, Edgilda, Adrid y yo; le sumamos un chamo y el conductor íbamos en la Van.

De todos al que primero había conocido era a Greco, ambos estudiamos en el FVM en 7mo. pero en distintas secciones, coincidimos mostrando dibujos a nuestro profesor de artística, yo llevé el autoretrato de Leonardo DaVinci y no recuerdo el que llevó él pero el profesor reconoció el trabajo de ambos. Luego Greco se tuvo que retirar del liceo y se fue a estudiar a otro.

A Daniel, Yoegni, Gerardo y Ángel de Estudios Generales, los tres primeros quedamos en la sección 'A' del primer año de carrera con lo cual siempre formábamos equipo de trabajo y de estudio. Macuto, Johann, Ángel y Reny eran de la sección 'B', muy poco contacto tenía con ellos aunque a Johann y a Macuto ya los había conocido en Estudios Generales un día por la tarde que me tocó ir a estudiar Matemáticas y pensamos que podíamos hacerlo en el mismo salón en el que veíamos clases por la mañana y ahí estaban ambos junto a Johanna, que podía imaginar que esas personas formarían parte importante de mi vida en el futuro.

A Heberto lo conocí formalmente caminando con Luis Zambrano a Ingeniería, íbamos a averiguar algo de las becas y nos encontramos justo atravesar Medicina, venía fumando jejejejeje, era de los nuevos pero ya se había hecho hueco entre varios grupos de los semetres superiores. Luis me lo presentó que era quien lo trataba..."quién diría,  quién lo diría".

Lorena, Edgilda y Adrid si mal no recuerdo venían de cambio y entraron en el segundo semestre de carrera. Lore y Edgilda no son del Zulia...Barinas y Coro respectivamente, habría cruzado muy pocas palabras con ellas, tal vez coincidir estudiando Cálculo II en biología y poco más. Edgilda y Daniel se hicieron novios y yo pensaba que Lorena y Gerardo estaban empatados (siempre despistado), después me daría cuenta que no.

Las primeras horas de viaje las pasé un poco mal, me dolía la cabeza pero sabía que era de hambre, sólo había tomado un vaso de jugo de naranja antes de salir de la casa y de eso hacía mucho. Iba callado al fondo de la Van y muchos creían que era por pena o vergüenza pero era del hambre que cargaba. En la parada que hicimos para echar gasolina aproveché y me comí 4 arepas, queso amarillo, jamón y queso, salchichas con salsa rosada y queso de mano, las pasé con dos maltas bien frías y desde ese momento fui persona, adiós al dolor de cabeza y comencé a echar vaina. Lorena me comentó...-te hacia falta comer, ¿no? Le respondí...-es que si no me como mis 4 arepas respectivas de desayuno no soy persona...-4 arepas! voltearon asombrados varios de los muchachos, ojo y yo para esa época no era de arepas sino más de pan. 

En el camino los muchachos bebían y bebían, las botellas de Master Choice iban y venían y los organizadores no hallaban como hacer para que pararan, habían comprado (si mal no recuerdo porque no era el encargado de esos menesteres) unas 14 botellas y al llegar a la casa en Buchuaco se habían bebido la mitad. Dentro estábamos Sebas que se encontraba bastante carbureado, calentaba salsa para pasta que su mamá nos había preparado, Lorena, Johann, Daniel,  Edgilda y yo, el resto estaba afuera bebiendo y cuando se les terminó la última botella reclamaron más,  pero no se si fue Johann o Lorena quien decidió esconder el remanente para que al menos durara dos días más el casi-whisky que se podían permitir beber los muchachos. Los de afuera parecían zombies pegados a las ventanas y en vez de pedir cerebros pedían whisky....jajajajajaja, tremendo espectáculo. Yo estaba alpelo porque no era de los bebedores del grupo, eso sí, esperando como caimán en boca e'caño para comerme la pastica con la salsa de la señora Ana.

Organizamos las hamacas y recordé cuando lo hacía con mi familia, pasé de que mi mamá me guindara la hamaca a hacerlo yo, parece mentira pero son esas pequeñas cosas que vas aprendiendo durante tu vida las que más adelante te van a servir, desde hacerle un nudo al mecate en caso de no contar con alcayata para guindar la hamaca o solo recoger y limpiar el plato en el que comiste cuando no estás en tu casa.  

Buchuaco está antes del Supí pero queda relativamente cerca en carro y leejos a pie, pero más leeeeeeejos quedaba la salida para agarrar bus si queríamos ir a Pueblo Nuevo. Ambos viajecitos me los tiré más de una vez y con distintos acompañantes, yo era el comodín, al que le tocaba salir me decía la noche antes y yo me levantaba e iba. Salíamos muy temprano cuando el destino era Pueblo Nuevo, aún no había salido el sol y nos encontrábamos caminando por esa carretera que estaba completamente desolada, de regreso ya el sol estaba en su máximo apogeo y si teníamos suerte alguien se apiadaba de nosotros y nos llevaba y dejaba en la entrada de Buchuaco. En una de esas ocasiones que me levantaron para ir a Pueblo Nuevo, Lorena me dijo que me quedara,  que ya yo había ido muchas veces y que ahora le tocaba a otro, medio dormido o dormido tres cuartos me acosté en la hamaca pero me fueron a despertar otra vez y antes de que pudiera levantarme Lorena les dijo que yo me quedaba y que no iría, el grupo se fue y yo seguí durmiendo -gracias Lore!-. 

Al Supí íbamos por hielo, refrescos,  chucherías y alguna otra cosa que se necesitara en la casa, algo siempre nos salía gratis, el hielo normalmente, el plan era sencillo, lo primero que pedíamos era el hielo, lo metíamos en la cava y la dejábamos afuera, luego mareábamos a los que nos atendían pidiendo mil cosas detalladas, se olvidaban de cobrar el hielo y este nos salía de gratiñán. De vuelta íbamos cargando con la cava full de hielo y refrescos por el bordillo de la carretera, una travesía que se repitió durante toda la semana que estuvimos en la playa.

Solo escuchábamos Guaco Triceratops y Macuto que ponía una canción de Ricardo Montaner, pero era que se terminaba, la devolvía y la ponía nuevamente. Heberto que no sabía lo que hacía, hirió el orgullo de Cuto y éste cocinó su venganza. En un momento de descuido de Heberto, Macuto le agarró una bola y/o/u testículo e hizo que el susodicho sílbara el himno nacional, desde ese momento Heberto solo se dedicó a jugar dominó conmigo y no le importaba que Ricardo Montaner estuviese en una nube o al final del arco iris cantando para Roberto. Heberto y yo hicimos tremenda pareja en dominó y ganamos bastantes partidas, me iba preguntando e íbamos mejorando más y más nuestro juego, que mejor manera de comenzar una gran amistad que a través del dominó.

Una noche salieron la mayoría a visitar a Mayra que se encontraba en la playa con su familia y nos quedamos unos pocos conversando y escuchando música....Guaco Triceratops (pa'variar), yo pregunté que si podía poner uno de mis casetes y me dijo Johann que claro, que no había problema, era uno de mis favoritos, Nace Aquí de Gilberto Santa Rosa por un lado y Mi Tierra de Gloria Estefan por el otro. Cuando empezó a sonar la salsa de Gilberto los muchachos no podían creer que yo tuviera ese casete ahí y no lo pusiese antes, les dije que como siempre estaban escuchando Guaco ni se me ocurrió proponer la idea, ahora en la casa se escuchaba Guaco Triceratops y Gilberto Santa Rosa Nace Aquí, desde ese momento la música de Santa Rosa nos ha acompañado y hemos pasado grandes momentos junto a él y su arte.

La playa volvió a ser protagonista como hacía tiempo que no lo era para mi, era diferente al Pico, aquella era calmada, fría y cristalina, esta era un poco más turbia, templada y con oleaje, tenía una orilla mucho más amplia y con mucha más gente, me bañé por horas como cuando era niño. La primera representaba muchas cosas y principalmente mi familia y mi niñez, la segunda representó mi adolescencia y madurez pero en ambas se respiraba unión y amistad.

Un hecho curioso fue que mientras descansaba en mi hamaca una persona a la cual no conocía de nada y que estaba acompañándonos en la casa se me acercó y me pidió dinero para comprar un boleto de autobús, viendo su necesidad se lo presté, el dinero me lo devolverían más tarde pero nunca entendí porqué yo.

La noche antes de regresar los muchachos me preguntaron que qué bebía y les dije cerveza, pero no me preguntaron cuántas normalmente me bebía, salieron y compraron una caja, jajajaja, me bebí una y no se si el resto se las bebió el italiano, eso sí, pa'que se le pasara la pea que agarró le echaron la cava con el agua fría encima, emparamao quedó y sin secuelas del mollejero de cervezas que se había bebido.

De regreso es poco lo que recuerdo, solo que nos dejaron en el lugar de partida y ahí estábamos Greco y yo, mi gran amigo me pidió prestado el casete de Gilberto para grabarlo y además se había quedado sin dinero y los 100bs de mi abuelo sirvieron para que pudiese llegar a su casa.

A partir de ese viaje se inició una nueva etapa en mi vida, aparecieron grandes personas que hoy por hoy son muy importantes para mi y con las que he compartido muchos momentos.

Es difícil saber lo que puede suceder en el futuro, pero estás más tranquilo cuando sabes con quién puedes contar.

Quiero agradecer a Johann que me facilitó algunas fotos para publicarlas y como prometí serán todas.





















miércoles, 16 de julio de 2014

La playa

Antes de entrar en tema quería regalarles esta frase de Alice Munro ganadora del premio Nobel de Literatura 2013 "Maestra del relato corto":

"La memoria es la forma en que seguimos contándonos a nosotros mismos nuestras historias"

La playa...cada fin de semana queríamos ir a la playa, si eran muchos días seguro que íbamos a Falcón (El Pico o Villa Marina) si eran menos a las playas del Lago de Maracaibo (Punta e'Leiva, Los Coquitos, Los Jovitos, entre otras), en las últimas pescábamos bagres o peces globo, en el Pico para desayunar sardinitas que temprano se paseaban por la orilla, fritas y bien tostadas con pan francés y mostaza...lo máximo!

Nuestros viajes familiares a la playa eran simplemente una aventura distinta en cada ocasión, el día anterior era un no dormir de la emoción por levantarnos temprano y agarrar carretera. Mi tía Mary nos pasaba buscando en su Nova azul, de ahí a casa de mis abuelos, primero porque era el punto de encuentro de la mayoría de los viajantes y segundo porque mi abuelo tenía que organizar las maletas de los carros, era un ritual increíble, yo me quedaba a su lado viendo como sin haberse inventado el tetris o por lo menos no tener ni idea que existiera, tal cual bloques hacía que todo cupiese y encajase de manera perfecta en esas pequeñas maletas. Mesa de dominó, ollas, comida, ropa, lámpara de benceno, radio, hamacas y cualquier cosa que se les ocurra iba en esos carros, por supuesto que no podía faltar el termo con café negro guayoyo para hacer un alto en el camino y disfrutar de la bebida estimulante.

Siempre en planes salíamos a una hora y la realidad era otra, salir tarde era lo más probable, pero una vez en carretera ya era otra cosa. Paradas hacíamos las de siempre, en Dabajuro a mitad de camino para desayunar, tomarnos un refresco y comer sandwiches que había preparado mi mamá, los sandwiches con jamón, queso y salsa rosada calentados por el sol del camino eran los más sabrosos del mundo. La siguiente era La Concepción para echar gasolina y quizás ir al baño aunque algunos preferían parar en Coro, todo dependía de la urgencia. Al estar en la capital del estado pensarán que iríamos directo a la playa pues no, pasar por casa del compadre Fillo era otra segura, y si mi abuelo se entusiasmaba nos quedábamos a dormir y salir a primera hora de la mañana.

Al otro día ya desayunados partíamos a Punto Fijo pero antes nos teníamos que bajar en los Médanos y llenarnos de arena hasta los "tequeteques", parece mentira pero de niños cuando llegamos a los Médanos solo nos interesa dejarnos caer desde muy arriba y rodar, luego cuando crecemos podemos admirar la belleza del parque nacional y la suerte que tenemos de que esa maravilla esté en nuestro territorio. Después de ahí ahora sí, a casa del compadre Francisco Ortega y tía Tomasita, que al llegar siempre la conseguíamos en la cocina preparando sus famosas arepas peladas, unas arepas gigantes que no crecían más y que eran la delicia de mi madre, abuelos y tíos. Su casa es inmensa, de dos pisos y con una terraza en la que caben más o menos unas diez hamacas sin problema. Ahí llegaba toda la familia de los hijos de mi tío Francisco y sobretodo la gente de Valencia que iría a pasar las vacaciones allá, todos coincidíamos ahí ya que era parada obligatoria.

Esa no era época de celulares ni de WhatsApp, una llamada al teléfono fijo media hora antes para avisar que saldrías y esperar que fuese así y no te quedaras bebiendo y jugando dominó, mi tío Caldera estaba en el rancho esperando que llegáramos, yo no veía la hora de estar en la playa y salir corriendo a echarme un buen chapuzón, pero costaba Dios y su ayuda llegar al Pico. Cuando veía la efigie del águila en la entrada del pueblo y empezábamos a bajar la cuesta ya se podía divisar el mar, en ese momento todos nos espabilábamos y abríamos los ojos para no perdernos detalle de las casas, playa, tiendas o licorerías.

La playa para nosotros era lo máximo, dominó todo el día, fútbol en la calle de arena sin importar que pasasen carros, disfrutando del agua fría y tranquila del Pico, viendo como mi abuelo se zambullía y nadaba cual profesional y al salir tenía los ojos rojos de lo salado del mar. Mi abuela en cambio tranquila, metía la cabeza en el agua de rato en rato y contemplaba a su compañero de toda la vida nadando, se alegraba de estar viva y poder disfrutar esos momentos sencillos que son los que mejor se atesoran para luego ser contados a los nietos y bisnietos sentados al pie de su falda. Mi tía Alba se levantaba a las 6:00 a.m. y se iba a bañar, nos decía al volver que era la mejor hora para disfrutar de la playa porque el agua estaba en su punto, yo prefería dormir e ir más tarde sin importar lo fría que pudiera estar. Cuando llegaba la noche Enrique uno de los hijos de mi tío Caldera y tía Aura era el encargado de encender la planta para que pudiésemos tener luz durante unas horas, el pobre hombre estaba cerveza en mano y gasolina en otra por un buen rato para tratar de hacer arrancar la planta hasta que al final lo lograba. Cuando los bombillos se encendían todos aplaudíamos en señal de éxito y nos dirigíamos a colgar las hamacas, la mía aquí,  la mía allá cerca de mamá, a mi lejos de la puerta pero lo que no sabían era que debíamos estar alejados era de la hamaca de abuelo y tío Caldera si queríamos dormir, sus ronquidos se podían escuchar en Judibana. Antes de dormir los adultos se sentaban afuera, mi tío Caldera sacaba la guitarra y entonaban canciones sobretodo rancheras por la afinidad con México que siempre tuvo. Yo miraba al cielo y observaba las estrellas que se veían claritas y más cerca que en Maracaibo, era muy fácil y sencillo pasarlo bien al lado de ellos.

Al rancho llegaban y llegaban carros con personas de todos sitios, Valencia, Caracas, Maracay, era una fiesta, había mesas de dominó por doquier y la lista de personas esperando la banca era interminable, "NorisNava...NorisNava y tampoco....", "No me lo mate no, señor cazador...no me lo mate no, señor cazador", frases melodiosas que tío Caldera entonaba mientras jugaba, yo disfrutaba un mundo de las partidas y de la inventiva de todos los presentes, en la casa se respiraba alegría, unión, amistad, amor, no había nada que se pudiera comparar con esos días.

La despedida era triste y el viaje de regreso con muchas más paradas que en la ida, pasábamos por Punta Cardón a despedirnos de tía Aura y del resto de los muchachos. En Coro a comer empanadas, en el trayecto buscando cecina, chivo fresco o ambas. En Dabajuro a echar gasolina y a comprar dulce de leche de cabra, el de la cajita verde, dulce de leche con chocolate, cocada, etc. El viaje no podía estar completo sino teníamos que parar para echarle agua al radiador porque recalentaba alguno de los carros, fieles compañeros que a pesar de los años cumplían cabalmente el acometido.

Al divisar el puente y empezar el recorrido para llegar al extremo occidental nos entraba un alivio al saber que pronto estaríamos durmiendo en nuestras respectivas camas. Antes hacíamos escala en Nueva Vía y ahí nos recogía mi papá, nos despedíamos de abuelo con la bendición y unas inmensas GRACIAS por ser el artífice junto a mi mamá y tía Mary de aquel espectacular viaje. Todos hacían un gran esfuerzo para brindarnos unos días únicos que jamás olvidaremos.

Pasó el tiempo y los viajes a la playa con mi familia se redujeron sobretodo porque la exigencia de la universidad era cada día mayor y no me podía dar el lujo de reprobar alguna materia que me costaría retraso en la carrera. Los muchachos en LICOM preparaban un viaje a la playa, a Buchuaco, hicieron rifa y se dedicaron a recaudar fondos para contar con un viaje sin problemas y con todas las comodidades. Yo no participé porque no formaba parte activa del grupo que había ido anteriormente al Supí y del cual regresaron con un montón de historias buenísimas. Justo una semana antes de la salida Sebastiano me pregunta si quería ir a la playa con ellos, le contesto que sí pero que no había vendido rifa, me dijo que me buscara el dinero para el alquiler y la comida, que con eso sería suficiente, le dije que le avisaría porque no sería fácil conseguirlo en tan poco tiempo. Le comenté a mi mamá y ella lo dejó a mi juicio, me dijo que me cuidara y que la playa era peligrosa, que ahí mi abuelo casi se ahogaba, me ayudó con una parte y le pregunté a mi papá si me podía dar el resto del dinero, no lo hizo de buena manera pero le argumenté que casi nunca le pedía nada y accedió, yo tenía algo guardado de los trabajos a máquina que pasaba a los estudiantes del liceo Don Simón Rodríguez. Recuerdo que un lunes al mediodía antes de salir de viaje pasé por casa de mis abuelos, estaban comiendo sopa de lentejas, mis favoritas, mi abuela me ofreció y ni corto ni perezoso me senté a comer, les comento que me iría de viaje a la playa con mis amigos de la universidad y al mencionar Buchuaco tía Liris y tía Mary casi al unísono me dijeron lo que mi mamá ya había comentado..."Ahí papá casi se ahoga, debes tener mucho cuidado", asentí con la cabeza y seguí comiendo. Mi sorpresa fue cuando mi abuelo y tías me dieron cien bolívares cada uno, cosa que no esperaba, no porque fuera imposible sino porque al no ir con esa intención me sorprendió gratamente, ese dinero más tarde serviría para comprar un boleto de autobús a un desconocido y para proveer de transporte a un gran amigo...