domingo, 14 de julio de 2019

Reencuentro

El metro iba casi vacío, un par de personas en el vagón número 7 y otro par más con un perro... ¿qué harán con un perro en el metro a estas horas?, son dos chicos jóvenes, no tendrán más de 18 años...¡¡¡con un perro a las 02:00 a.m.!!! bueno, cada loco con su tema, tengo que ir hasta la última estación y las 19 cervezas que me bebí ya están haciendo su efecto.

Me encuentro bastante mareado y el vaivén del metro no me ayuda. Estoy sentado en el asiento de la esquina, en el extremo contrario del conductor. Me apoyo al tubo que tiene forma de de palo de golf, aprovecho un poco la columna donde está el intercomunicador de ayuda, el cual sostiene mi hombro y mi cabeza, mi cabeza que da vueltas y vueltas. Fueron muchas cervezas y no estoy acostumbrado a beber tanto. Los ojos se me cierran y a lo lejos escucho el sonido cuando el metro se dispone a salir de una estación, pestañeo un par de veces y me quedo profundamente dormido.

No estoy seguro cuánto tiempo dormí, pero cuando abrí los ojos todos lo vagones estaban a oscuras, la verdad no se dónde me encontraba, el olor a óxido era penetrante, creo que era una mezcla de azufre con algún otro metal, era muy desagradable, al punto que costaba respirar. Giré la cabeza y observé entre penumbras que las puertas estaban abiertas y entendí el porqué del olor tan fuerte.

Decidí levantarme y acercarme a la puerta, utilicé las manos para guiarme hasta ellas y cuando llegué saqué la cabeza, no podía ver bien pero parecía el final de la línea, estábamos en una especie de túnel donde descansan los trenes cuando cierran el metro. Vuelvo a mi asiento a intentar pensar qué hacer, el mareo se me había pasado pero me quedó un dolor de cabeza intenso, estaba deshidratado y el olor del túnel no ayudaba en nada.

Móvil y pulsera fit descargados, ya me había avisado un par de veces antes de salir del bar donde estábamos reunidos, quería saber la hora y determinar si debía esperar a que abriera el metro o lanzarme a la aventura de caminar por las vías hasta encontrar la salida, las puertas de la estación estarían cerradas pero como mínimo no me estaría tragando este olor que me va a volver loco.

Me pongo en pie y me acerco nuevamente a la puerta, como estaba tan oscuro y sin batería para alumbrar un poco no sabía cuan alto estaba del vagón a la vía. Me siento y bajo con cuidado, no es momento de creerme Superman, ya tengo una edad y un esguince en estos momentos sería fatal. Cuando sentí que pisaba algo estable pensé -y ahora, ¿hacia dónde debo caminar? ¿izquierda o derecha?, recordé que estaba al final extremo contrario del conductor, por lo que empecé a caminar a la izquierda. Estiré el brazo a ver si conseguía tocar la pared, y así fue. Avanzaba muy despacio, no me quería caer, de pronto veo una luz, -estoy llegando, pensé, pero cuando estaba más cerca me di cuenta que la luz venía de la pared, había como un pasillo muy estrecho, la curiosidad me mataba, aunque no niego que tenía un poco de miedo, pero preferí entrar que seguir vagando a oscuras por las vías del metro.

Pude entrar de lado, y mientras avanzaba el ruido de algo familiar se hacía más y más fuerte, de golpe me encontré en un salón muy grande, en el salón dos mesas de dominó y sentados en ellas jugando mi familia, estaba mi Mamá y mi Papá versus mi abuela Juana y mi tío Carlos. Mi abuelo Gregorio y mi tío Gollo versus mi tío Chiquito y mi tío Francisco. Todos hablaban al unísono, mi Papá contando sus famosos chistes malos, mi abuelo diciéndole a su hermano que los Puertos de Altagracia lo esperan. Mi Mamá y tío Gollo cantando, mi tío Carlos haciendo alarde de su dominó de avanzada. Mi tío Francisco y tío Chiquito discutiendo. 

No podía creer lo que estaba viendo, pensé de inmediato que había muerto, no sabía cómo, pero el sitio no podía ser otro que el paraíso. Seguí avanzando muy despacio hasta que se hizo el silencio, me vieron, se dieron cuenta que estaba ahí, se levantaron de sus asientos y se me acercaron raudos. La primera en llegar fue mi Mamá, nos abrazamos tan fuerte y no queríamos soltarnos. Seguía incrédulo ante tanta felicidad, todos me preguntaban cosas, solo atiné a decir...¡bendición!

Aún seguía en shock, no entendía lo que estaba sucediendo, -será un sueño, pensé...claro que estoy soñando, no puede ser que ellos estén en las vías del metro de Barcelona. Lo otro es que haya muerto, que algún loco me haya matado para robarme mientras dormía y éste sea el cielo de la familia, el paraíso que siempre comentamos en nuestras reuniones, o cuando es el día del cumpleaños de alguno de ellos.

Me acerqué a mi abuela, que fue la única que no se había levantado, no le fueran a quitar el puesto. La abracé y me dijo al oído y en voz baja -Debes salir de aquí, no es tu hora aún, y si te quedas mucho tiempo el pasillo por donde entraste se cerrará y no se abrirá en unos 3 años, -¿Me dará chance de jugar unas manitas con ustedes?, asintió y no perdí tiempo. Jugamos un buen rato, la pasamos muy bien, reímos y cantamos, todo como en otrora, pero sin las cervezas, los cigarros y el mosto.

Mi abuela me miró y la lágrima que corría por su mejilla fue la señal para abandonar el lugar, una parte de mi no quería salir de ahí, pero sabía que debía hacerlo. Le pregunté si podía volver y me dijo -Cada 3 años en alguna parte donde alguno de ustedes estén, el pasillo se abrirá y podremos reencontrarnos.

Todo se volvió tristeza por unos minutos, salí corriendo y cuando llegué a la vía nuevamente volteé a ver el pasillo pero ya se había cerrado y la luz desapareció, tropecé, caí y perdí el conocimiento.

Me desperté en el hospital rodeado de mi esposa e hijos...¿qué pasó? pregunté, -Te encontraron en las vías del metro inconsciente y te trajeron al hospital, ¿recuerdas algo?, hice una larga pausa intentando ordenar los pensamientos, -Nada, respondí. -Imagino que me habré quedado dormido y en mi intento de salir de ahí tropecé, caí y perdí el conocimiento. -Sí, eso es lo que los trabajadores del metro y médicos piensan. Me quedé con la mirada perdida mientras los niños me zarandeaban y besaban.

Tres años más tarde en el metro de Berlín...

Mi nombre es Kassem y Soy Zuliano.

martes, 25 de junio de 2019

Huracanes

Con el título dirán (los futboleros), ya nos viene a hablar de fútbol nuevamente, y no...no me refiero a Huracanes el equipo de fútbol argentino, les quiero contar sobre nuestro equipo de basket.

Como es bien sabido y ya relatado en otras ocasiones, vivimos del y por el deporte, el deporte de temporada siempre venía acompañado de aventuras y peripecias para poder practicarlo. 

Con el basket pasaba que jugábamos en la calle en frente de la casa de Toño, ahí había un tablero que los Villalobos montaron. Era un tres para tres normalmente, casi todos jugaban muy bien, yo no destacaba, solo que era de los altos y uno que otro rebote agarraba y un punto de vez en cuando hacía. Moha y Jesson (QEPD) casi siempre jugaban en el mismo equipo, parecía más hermano de él que mío, con todo y eso, a veces se peleaban, pero no trascendía nunca.

Como no podíamos salir de casa entre semana nos inventamos una cancha en la mata de mango del fondo, con un rin de bicicleta viejo que conseguimos en el terreno. Moha, Remigio y yo nos pasábamos la tarde jugando. Después la mejoré, conseguí un tablero más grande y un aro decente, lo montamos en el bajareque que divide mi casa con la de Remigio. No estaba tan alto, con lo que aprovechábamos para hacer "campeonatos" de clavadas, cosa que no podíamos en las canchas con el aro a la altura oficial.

De ahí pasamos a la casa de Gabo a jugar, el sí puso un aro como Dios manda en el fondo de su casa, en la mata de mango, con un tablero y aro de los buenos. Ahí jugábamos dos para dos por el tamaño del patio, a Mohamed y a Jesson (QEPD) casi nadie les ganaba, establecían récords de victorias consecutivas, eran muy buenos. Yo me quedaba a jugar con Carlos, hermano de Gabo, el más pequeño en edad y tamaño, que nos veía con cara de "yo también quiero jugar", pero era evidente que nadie lo quería agarrar, ya que todos querían ganarle a los campeones, pero bueno, yo lo que quería era pasar el rato y le decía para jugar. Uno de esos días de muchas victorias seguidas, jugamos Carlos y yo, y aunque no lo crean ganamos, recuerdo que de tres puntos era pegado a la pared y al portón, lo que hacía esquina, a ellos solo les faltaba un punto y a nosotros tres, recogí el rebote tras fallo y salí corriendo al rincón, sin voltearme (sí, de espalda), lancé el balón por encima de mi cabeza, hizo una parábola muy amplia que terminó con el balón pegando en una rama bastante gruesa que estaba justo arriba del aro, el balón al impactar bajó en línea recta y entró, era un final típico de juego de NBA mezclado con Looney Tunes, Carlos brincaba de la alegría y Mohamed arrecho porque no es posible que yo siendo tan zorro para jugar, les haya ganado. Perdimos con los siguientes, y los muchachos siguieron ganando, pero ese recuerdo es imborrable.

Para la época (1.991-1.992) los ídolos del Basket eran Michael Jordan, Clyde Drexler, Jeff Malone, "Magic" Johnson, Shawn Kemp, Gary Payton, Patrick Ewin, entre otros, cada uno tenía un jugador y un equipo preferido. Mi tío Saúl que trabajaba en "La Polar", una de las dos cerveceras más grandes del país, entrenaba a su equipo de basket, y un día nos invitó a Moha y a mi a jugar un torneo de 3 para 3 en La Rotaria. Por supuesto que dijimos que sí, nos vestimos y nos pasó buscando, jugamos Víctor, Moha y yo, llegamos a la final y la perdimos, pero no estuvo mal, recuerdo que Moha no se porqué lanzaba como Kevin Duckworth, un jugador de los Portland TrailBlazers que habían llegado el año anterior a la final contra Chicago Bulls, el cual tenía un estilo característico al lanzar, que es en suspensión, pero con una mano. El suelo estaba mojado porque había lloviznado, y creo que Moha lo usó como medio de control ya que no se quería arriesgar a penetrar. Pablo y Alfredo fueron los árbitros, ambos estudiaban en la Licenciatura, vivían por la zona y eran los mejores jugadores de basket amateur que he conocido, jugaron en el equipo de la Facultad y nos representaron en muchos de los torneos nacionales. Al final del partido hablamos un rato y conversamos sobre los errores que cometimos y donde podíamos mejorar.

Mi tío desde ese momento creo que tuvo la idea de formar un equipo de basket en la familia, de entrada estábamos Ronald (el cartero Karl Malone), Mohamed (que era Shawn y el guante Gary Payton), Víctor (Terry Porter), Román y yo. Le dijimos a nuestros amigos, Jesson (QEPD) (John Starks), Toño, Cuco y Remigio. Y le comenté a Sebastiano y a Daniel, a ver si se animaban y le echaron bolas.

Éramos los osos revoltosos del basket, nada de seriedad, pura guachafa, y aunque mi tío le intentaba dar formalidad al asunto, era casi imposible cuando cada uno iba por su cuenta, pero nos entusiasmaba la idea de jugar en torneos y competir.

En el primer entrenamiento todos nos preguntamos cómo se llamaría el equipo, y mi tío dijo "Huracanes", lo cierto es que no se de dónde le vino el nombre a tío, pero gustó y así quedó. Los colores del uniforme eran blanco con rojo, casualmente los mismos del equipo de fútbol argentino.

Tuvimos varias prácticas, luego llegaron los juegos de preparación, juegos a los que nos costó estar todos juntos. Un día salimos todos de casa de mis abuelos maternos, eran dos carros, el de mi tío y el de Daniel. Mi tío agarró la autopista número 1 y se nos perdió, llegamos a donde creíamos que era el partido, pero no había nadie, dimos unas vueltas y nos regresamos sin jugar. Era una época sin celulares, ni Google Maps, ni Whatsapp, ni mensajes de texto, la gente salía y si se perdía se regresaba. Después nos contaron que jugaron en una cancha que estaba desnivelada y contra unos locos, la cosa no pintaba muy bien.

Luego de varias prácticas tío nos llega con la noticia que jugaríamos un torneo en el colegio Gonzaga, uno de los colegios más antiguos y famosos de Maracaibo. Al parecer cada año lo hacían y mi tío consiguió inscribir al equipo. Todos estábamos muy entusiasmados por el hecho de participar en nuestro primer campeonato. Llegó el día, estábamos muy nerviosos, el debut era contra el equipo local y actual campeón del torneo. Los árbitros para sorpresa nuestra eran Pablo y Alfredo, ambos ex alumnos, y como tal, decidieron participar y apoyar durante los juegos.

El debut fue horrible, perdimos por 20 puntos, estábamos destrozados, no lo podíamos creer, pensamos que no éramos tan malos como para caer derrotados por 20 puntos. Pero hubo algo que nos llamó la atención, fue el comentario que nos hicieron dos niños mientras bebíamos agua, se nos acercaron y nos preguntaron -¿Cómo quedó el juego?, cabizbajo respondí, -Perdimos por 20 puntos...-Ahhhh, entonces ustedes son buenos, porque ese equipo siempre gana de 40 o más. Después nos enteramos que el jugador que metió casi todos los puntos y que medía casi dos metros, era un chamo que estaba visto para jugar en profesional. Mi tío nos alentó y dijo que era el primer juego, que el segundo ganaríamos. Estaba claro que como entrenador debía decirlo, pero además confiaba en nosotros y en lo que el equipo podía dar. Costó mucho pero ganamos el siguiente partido, fue por un punto, recuerdo que mi tío saltó a la cancha emocionado por ser el primer juego que ganábamos.

A partir de ese momento comenzamos a cosechar victorias y a jugar cada vez mejor. Los partidos se tornaban cómodos y los muchachos ganaron confianza. Ahora saltábamos a la cancha mucho más tranquilos y sin esa presión del primer juego, sentíamos que estábamos jugando en las lomas, o en la universidad, que estábamos en el fondo de la casa de Gabo donde Moha y Jesson (QEPD) eran imbatibles, y por ende no les gustaba soltar la pelota, querían hacer todos los puntos ellos. Recuerdo en un juego que mi tío pide tiempo, explica la jugada donde moveríamos la pelota, Toño buscaba el espacio y Mohamed se la pasaría para que lanzara libre de marca. La idea era buscar un tiro limpio y fuera de la zona. La explicación fue perfecta, pero la ejecución no, cuando llegó a las manos de Mohamed, en vez de pasar penetró, solo se escuchó el grito de mi tío desde la banca...MOHAMEEEEEEEEEDDDDD...les dije que estaba arbitrando Alfredo verdad, y también les dije que era un gran jugador de basket, lo que no les dije es que también es muy ladilla, desde ese día cada vez que me veía en la facultad gritaba MOHAMEEEEEEEDDDD, cuando veía a Moha le gritaba MOHAMEEEEEEEEDDDDD, cuando jugábamos softball gritaba MOHAMEEEEEDDDDD, en el facebook comenta MOHAMEEEEDDD, es ladilla, pero un gran amigo y mejor persona.

Tal cual película llegamos a la final contra el equipo que nos ganó en el primer encuentro, contra los favoritos, contra los que nunca habían perdido. Mi tío se preparó a fondo para el partido, consultó bibliografía especializada y llegó ese día con una estrategia, siempre habíamos visto en la TV defensa en zona u hombre a hombre, pero mi tío nos pidió otra cosa, era una mezcla de ambas defensas, nos dijo que jugaríamos CAJÓN Y UNO. La defensa se basa en que 4 de los jugadores marcan en zona formando un cuadrado, y el restante debía marcar hombre a hombre al jugador que el entrenador indicase, que usualmente es el mejor del otro equipo. Para esa misión estaríamos Remigio y yo, para marcar a su mejor hombre. Ellos no se lo esperaban, la defensa les agarró desprevenidos y durante el primer tiempo solo pudo marcar 3 puntos. Estábamos ganando con una buena diferencia, todos estábamos inspirados, sobretodo Jesson (QEPD) que estaba jugando su mejor partido, penetrando, los tiros de tres, no sabían qué hacer. Cuando inició el segundo tiempo la presión en ambos equipos se empezó a sentir, la defensa resultó ser muy buena, pero todo tiene su lado no tan bueno, y lo que sucede es que la persona que marca hombre a hombre se suele llenar de faltas, Remigio salió por faltas y yo quedé con 4, lo que provocó que su mejor jugador estuviera más libre y empezó a anotar más.

Jesson (QEPD) era tremendo deportista y con muchas virtudes, pero entre sus debilidades estaba lo fácil que era buscarle pelea, y creo que los del otro equipo se dieron cuenta de eso. En una canasta pasó por delante de la banca del equipo rival y un jugador de ellos le gritó "zurdo marico", yo estaba en la cancha y pensé que Jesson (QEPD) no lo había escuchado porque pasó de largo, pero me equivoqué, se giró, se quitó la franela y le empezó a caer a golpes. Los expulsaron a ambos, pero está claro que salimos perdiendo nosotros. El juego se empezó a cerrar y ellos ganaron confianza, se acercaron y se pusieron por 2 puntos, parecía que nos íbamos a hundir, mi tío pidió tiempo, nos recompuso y pudimos aguantar, entre los rebotes defensivos y unas canastas mantuvimos la distancia, lo que a la postre nos daría el campeonato. Fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida, no solo por ganar el torneo, sino porque lo habíamos logrado entre familia y amigos, sin rivalidades ni egoísmo, no habían mejores o peores jugadores, sino simplemente los mismos de siempre.

Salimos de la cancha a tomar Gatorade en una licorería cerca del colegio, con el trofeo en las manos y celebrando lo que sería nuestro primer y único torneo. Luego participamos en otros campeonatos, se incorporaron nuevos jugadores, pero nunca fue lo mismo.

Hoy en día mis hijos Alexander y Adrián juegan en el equipo de basket de su colegio, lo que más me gusta es ver como se involucran y disfrutan con el juego, apoyan y motivan a sus compañeras y compañeros, la inocencia que caracteriza a los niños hace que el deporte sea más bonito y puro. Lo que menos me gusta es ver a algunos padres de otros equipos gritar, y en algunos casos insultar; empañando, enturbiando y dando un mal ejemplo a los niños.

¡Gracias tío por esos momentos!

Mi nombre es Kassem y Soy Zuliano.

martes, 2 de abril de 2019

Diáspora

Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Antonio Machado.

Los venezolanos no huyen de Venezuela, los venezolanos huyen de un gobierno y una "revolución" que les quitó los sueños, que les arrebató el pan de la mesa, que minimizó la educación y auspició el odio y el rencor. Con un puño cerrado golpeando la palma de la mano en señal de poder, se creyeron que podían alcanzar cualquier cosa siguiendo a un líder de patio de colegio, al bravucón que se escondía y huía cuando se ponía fea la situación. Ese que abrazaba a Cristo y al mismo tiempo le arrebataba la vida a miles de compatriotas, sin importar, sexo, edad o religión. Ese que regaló el fruto y las riquezas de nuestra tierra a diestra y siniestra para comprar conciencias y la benevolencia de gobiernos débiles y faltos de personalidad, que prefirieron ensalzar a un sátrapa, en vez de plantarle cara, porque a pesar de su odio por el capitalismo y su ideología, no son más que máquinas tragamonedas que de premios solo reparten limosnas al pueblo, para que sigan jugando, tenerlos atados y sumisos a sus pies.

Los venezolanos huyen, salen a recorrer caminos por los que Bolívar transitó y luchó, para liberar a los países que hoy nos abren las puertas. Hoy los venezolanos huyen y llegan hasta la Patagonia buscando libertad, esa libertad que ya no consiguen en Venezuela, porque aunque traten de ocultar nuestra realidad, es imposible tapar el sol con un dedo.

Muchas familias de venezolanos viven en diferentes latitudes, disgregadas y repartidas por el mundo, las lágrimas los acompañan cada día y sueñan con volver, sueñan estar juntos nuevamente, a compartir el pan en la mesa, a reir y llorar, pero juntos.

Mi respeto y admiración a todos aquellos compatriotas que aún siguen en pie de lucha, no fusil en mano, sino con la esperanza en el pecho, esperanza que el gobierno tiene como misión principal arrebatarle a todo el que aún sueñe con la libertad.

Hoy, Venezuela vive su peor momento, el más oscuro, el de mayor incertidumbre y desesperación, y es en este momento cuando debemos permanecer más unidos que nunca en oración y paz espiritual. Sé que no es fácil, pero debemos intentarlo y no desfallecer.

Mi nombre es Kassem y Soy Zuliano.

 

Música entre líneas

Se puso un listón y ató su pelo, aquella tarde de domingo y se quedó pensando en tí, recordándote, observando aquel osito dormilón que le regalaste, el día que con un besito te alejaste, una perla negra rodó por su mejilla y cansada de tanto recordar, salió a pasear.

Se puso el gabán y su sombrero, se mira en el espejo y ve a un hombre joven, cuando en realidad se siente como de 100 años, observa una hebra de cabello blanco que adorna su pelo y bajó los ojos a media asta, sí, su primera cana, noticia de su vejez. Para escapar de una realidad que lo ahoga, decide salir a caminar.

Y como si fuera cosa del destino, ambos en el parque tropezaron, se encontraron, se miraron...ella era fina y sencilla (pensó él), él un flaco con un conato de panza (pensó ella), hubo algo eléctrico entre los dos, que no saben como apareció, pero que los unió.

Fue un amor chiquitico que se convirtió en gigante, fue un amor para la historia. Ambos quedaron prendados uno del otro, él de sus ojos verdes que lo matan, nunca había visto tanta belleza. Ella de su barba que raspaba como lija y de sus caderas afiladas y escurridas. 

Él le propone que vayan al cine, y besarse entre mucha gente, ella le pide tiempo para conocerle. De algo están claros, que no saben que sucederá mañana y los momentos hay que vivirlos. Se sentaron en un banco del parque y el cielo fue testigo del beso que se dieron, niños jugando, palomas volando, todo se detuvo cuando sus labios se unieron, solo se escuchaba el latido de sus corazones al ritmo de tambores.

Se tomaron de la mano y se fueron caminando, ambos compartían la misma sensación, pensar que después de viejos queriendo y con todo el corazón, no es algo que le pase a todo el mundo, y ellos, privilegiados del amor, pueden darse por satisfechos que aunque tarde, llegó.

Mi nombre es Kassem y Soy Zuliano.

El discurso del bufón

Y fue así como el rey de pacotilla moría en la isla de los que no pensaron, de los desahuciados de espíritu, de los invertebrados de libertad, bajo la mirada de su maestro, el pupilo yacía sereno en la cama de un hospital en el paraíso de cartón, a su lado, los bufones de la corte mediocre que rige al país benefactor de las cuentas del continente.

Horas antes, en lo que sería su lecho de muerte, el rey de pacotilla buscaba preservar su imagen dentro del grupo de seguidores que lo idolatran, para ello debía identificar dentro de su corte de bufones al más inepto, al que maximizaría su labor a través de su incompetencia. No fue un trabajo fácil, ya que muchos cumplían con el perfil deseado, pero uno destacó entre todos, el perro fiel, el más maleable y manejable, el que trataría de imitarlo y solo sería una versión de poca monta del gran rey de pacotilla, de esa manera se le extrañaría aún más dentro del seno de su corte.

Fue así, como con su malvado ingenio llamó a quien sería su sucesor, condecoró al hijo predilecto y por real decreto lo convirtió en el "único" que podía continuar el legado, siendo la marioneta perfecta para los titiriteros de la isla, un reino que estaba en la ruina total, que fue rescatado y resurgió gracias a las riquezas obsequiadas por el rey de pacotilla, y que ahora deberían asegurar a toda costa. A ellos no les interesa el bienestar del reino, ni de sus súbditos, sino el suyo propio, es por eso que veían con buenos ojos la desaparición física del rey de pacotilla, ya que no podían poner en riesgo todo lo que habían conseguido, por lo que necesitaban perpetuar su control a través del mayor de los idiotas.

El bufón más tonto se convirtió en el rey bufón, y para dar inicio a su reinado de lo absurdo decidió dar un discurso. Todo se preparó, buscaron un logopeda que lo ayudaría en la modulación, utilizaron los servicios de un escritor de sandeces y alabanzas al rey de pacotilla y le encomendaron el texto que el rey bufón leería en cadena nacional, investido con bandas y condecoraciones que obtuvo gracias a ser el mejor lame culos del reino.

Todo se preparó para su alocución, a su alrededor aparecían todos gordos y rozagantes los que en otrora lucían lánguidos y famélicos, los que tienen sus manos llenas de sangre, sangre de ciudadanos de ayer y de hoy, pero a ellos les da igual, su ambición no tiene límites ya que la penumbra que arropa al reino, es luz en sus cuentas helvéticas.

Se acercó al atril temblando, en una mano las hojas con el discurso y en la otra una empanada a medio comer. Colocó las hojas, tropezó el micrófono y le pegó otro mordisco a la empanada. Comprobó el sonido con un "probando...1, 2, 3", llenando así el micrófono con restos de la empanada. La sala estaba repleta de plebeyos listos para aplaudir y vitorear al nuevo rey bufón. Justo antes de empezar se fue la luz del recinto, todos corrieron a buscar refugio ante un posible atentado, pero el rey bufón se quedó en su lugar, inmóvil, mirando a todos como corrían despavoridos, asumiendo un rol de poder y valentía, pero la realidad era que se había cagado encima, cuando no tuvo más remedio que andar, la huella de lo que sería su reinado quedó plasmada en el suelo de su palacio.

Mientras tanto en el cuarto de los fusibles, hijos del moribundo rey de la isla y de su hermano, disfrutaban viendo como los plebeyos corrían, mientras ellos jugaban a quitarle la energía al reino.

Mi nombre es Kassem y Soy Zuliano.