domingo, 14 de julio de 2019

Reencuentro

El metro iba casi vacío, un par de personas en el vagón número 7 y otro par más con un perro... ¿qué harán con un perro en el metro a estas horas?, son dos chicos jóvenes, no tendrán más de 18 años...¡¡¡con un perro a las 02:00 a.m.!!! bueno, cada loco con su tema, tengo que ir hasta la última estación y las 19 cervezas que me bebí ya están haciendo su efecto.

Me encuentro bastante mareado y el vaivén del metro no me ayuda. Estoy sentado en el asiento de la esquina, en el extremo contrario del conductor. Me apoyo al tubo que tiene forma de de palo de golf, aprovecho un poco la columna donde está el intercomunicador de ayuda, el cual sostiene mi hombro y mi cabeza, mi cabeza que da vueltas y vueltas. Fueron muchas cervezas y no estoy acostumbrado a beber tanto. Los ojos se me cierran y a lo lejos escucho el sonido cuando el metro se dispone a salir de una estación, pestañeo un par de veces y me quedo profundamente dormido.

No estoy seguro cuánto tiempo dormí, pero cuando abrí los ojos todos lo vagones estaban a oscuras, la verdad no se dónde me encontraba, el olor a óxido era penetrante, creo que era una mezcla de azufre con algún otro metal, era muy desagradable, al punto que costaba respirar. Giré la cabeza y observé entre penumbras que las puertas estaban abiertas y entendí el porqué del olor tan fuerte.

Decidí levantarme y acercarme a la puerta, utilicé las manos para guiarme hasta ellas y cuando llegué saqué la cabeza, no podía ver bien pero parecía el final de la línea, estábamos en una especie de túnel donde descansan los trenes cuando cierran el metro. Vuelvo a mi asiento a intentar pensar qué hacer, el mareo se me había pasado pero me quedó un dolor de cabeza intenso, estaba deshidratado y el olor del túnel no ayudaba en nada.

Móvil y pulsera fit descargados, ya me había avisado un par de veces antes de salir del bar donde estábamos reunidos, quería saber la hora y determinar si debía esperar a que abriera el metro o lanzarme a la aventura de caminar por las vías hasta encontrar la salida, las puertas de la estación estarían cerradas pero como mínimo no me estaría tragando este olor que me va a volver loco.

Me pongo en pie y me acerco nuevamente a la puerta, como estaba tan oscuro y sin batería para alumbrar un poco no sabía cuan alto estaba del vagón a la vía. Me siento y bajo con cuidado, no es momento de creerme Superman, ya tengo una edad y un esguince en estos momentos sería fatal. Cuando sentí que pisaba algo estable pensé -y ahora, ¿hacia dónde debo caminar? ¿izquierda o derecha?, recordé que estaba al final extremo contrario del conductor, por lo que empecé a caminar a la izquierda. Estiré el brazo a ver si conseguía tocar la pared, y así fue. Avanzaba muy despacio, no me quería caer, de pronto veo una luz, -estoy llegando, pensé, pero cuando estaba más cerca me di cuenta que la luz venía de la pared, había como un pasillo muy estrecho, la curiosidad me mataba, aunque no niego que tenía un poco de miedo, pero preferí entrar que seguir vagando a oscuras por las vías del metro.

Pude entrar de lado, y mientras avanzaba el ruido de algo familiar se hacía más y más fuerte, de golpe me encontré en un salón muy grande, en el salón dos mesas de dominó y sentados en ellas jugando mi familia, estaba mi Mamá y mi Papá versus mi abuela Juana y mi tío Carlos. Mi abuelo Gregorio y mi tío Gollo versus mi tío Chiquito y mi tío Francisco. Todos hablaban al unísono, mi Papá contando sus famosos chistes malos, mi abuelo diciéndole a su hermano que los Puertos de Altagracia lo esperan. Mi Mamá y tío Gollo cantando, mi tío Carlos haciendo alarde de su dominó de avanzada. Mi tío Francisco y tío Chiquito discutiendo. 

No podía creer lo que estaba viendo, pensé de inmediato que había muerto, no sabía cómo, pero el sitio no podía ser otro que el paraíso. Seguí avanzando muy despacio hasta que se hizo el silencio, me vieron, se dieron cuenta que estaba ahí, se levantaron de sus asientos y se me acercaron raudos. La primera en llegar fue mi Mamá, nos abrazamos tan fuerte y no queríamos soltarnos. Seguía incrédulo ante tanta felicidad, todos me preguntaban cosas, solo atiné a decir...¡bendición!

Aún seguía en shock, no entendía lo que estaba sucediendo, -será un sueño, pensé...claro que estoy soñando, no puede ser que ellos estén en las vías del metro de Barcelona. Lo otro es que haya muerto, que algún loco me haya matado para robarme mientras dormía y éste sea el cielo de la familia, el paraíso que siempre comentamos en nuestras reuniones, o cuando es el día del cumpleaños de alguno de ellos.

Me acerqué a mi abuela, que fue la única que no se había levantado, no le fueran a quitar el puesto. La abracé y me dijo al oído y en voz baja -Debes salir de aquí, no es tu hora aún, y si te quedas mucho tiempo el pasillo por donde entraste se cerrará y no se abrirá en unos 3 años, -¿Me dará chance de jugar unas manitas con ustedes?, asintió y no perdí tiempo. Jugamos un buen rato, la pasamos muy bien, reímos y cantamos, todo como en otrora, pero sin las cervezas, los cigarros y el mosto.

Mi abuela me miró y la lágrima que corría por su mejilla fue la señal para abandonar el lugar, una parte de mi no quería salir de ahí, pero sabía que debía hacerlo. Le pregunté si podía volver y me dijo -Cada 3 años en alguna parte donde alguno de ustedes estén, el pasillo se abrirá y podremos reencontrarnos.

Todo se volvió tristeza por unos minutos, salí corriendo y cuando llegué a la vía nuevamente volteé a ver el pasillo pero ya se había cerrado y la luz desapareció, tropecé, caí y perdí el conocimiento.

Me desperté en el hospital rodeado de mi esposa e hijos...¿qué pasó? pregunté, -Te encontraron en las vías del metro inconsciente y te trajeron al hospital, ¿recuerdas algo?, hice una larga pausa intentando ordenar los pensamientos, -Nada, respondí. -Imagino que me habré quedado dormido y en mi intento de salir de ahí tropecé, caí y perdí el conocimiento. -Sí, eso es lo que los trabajadores del metro y médicos piensan. Me quedé con la mirada perdida mientras los niños me zarandeaban y besaban.

Tres años más tarde en el metro de Berlín...

Mi nombre es Kassem y Soy Zuliano.