lunes, 21 de septiembre de 2015

Comer

Es el comer, un gran placer, llena de gula mi ser...que mejor tema musical que ese de la super banda de Venezuela "Guaco" para repasar la gastronomía zuliana, la cual es famosa en todo el país, no hay como unos patacones, mandocas, tequeños, arepas cabimeras, yoyos, mojito en coco, su excelente queso, etc., para deleitar el paladar de cualquier persona.

Desde pequeño fui de mal comer, bueno y qué niño no lo es, mi mamá peleaba a cada rato conmigo porque no me gustaban algunos de sus platos, comida que con el tiempo supe apreciar y disfrutar, hubiese sido un pecado no haber probado toda la cocina de mi madre, la cual era una dominadora del arte de preparar los alimentos de tal manera que terminabas raspando la olla para comerte el pega'o, y sobretodo de crear platos diferentes para evitar la monotonía, para ella era un reto y una gran satisfacción hacer comida para nosotros, lo triste de todo era que muchas veces dejamos el plato entero y era cuando escuchábamos aquellas famosas frases «no saben la cantidad de niños que no tienen ni pan para comer, y ustedes dejan la comida completica» o «aquí te lo voy a dejar tapadito pa'que te lo comais cuando te dé hambre», otra era «a mi no me vengais a pedir comida más tarde porque no te voy a preparar» y por supuesto la impelable «de ahí no te vais a parar hasta que no te termineis toda la comida», frases llenas de impotencia y que ahora comprendemos a la perfección Ray y yo.

Mi vieja preparaba las mejores lentejas que he probado en mi vida, su dulce de coco y de leche cortada una delicia, su plato estrella era el pasticho, mi primo Román siempre que la veía le pedía que le hiciese, a medida que fui creciendo el apetito creció conmigo, de cena me podía comer hasta 7 sandwiches, 12 empanadas, y panquecas de desayuno perdía la cuenta, ahora me pongo a pensar y la pobre vieja en la cocina armando y armando empanadas para 4 hambrientos (ni a Joselyn ni a ella las incluyo), entre mi papá, Mohamed, Badro y yo fácilmente unas 22 empanadas tendría que hacer sin contar las de ellas dos, y digo 22 porque la Jeanmery se mandaba unas cuantas también.

Cuando iban mis amigos del FVM a estudiar a la casa ella les dejaba algo para comer, y ellos siempre insistían en ir para allá, «Decile a tu mamá que nos prepare pollo a la canasta con papas fritas» me decía Engelberth y Robert.

Con el paso del tiempo me tuve que ir adaptando a las necesidades y dejé a un lado prejuicios por algunos alimentos, lo que permitió que ampliase el abanico de posibilidades a la hora de comer, también contribuyó el hecho de tener que estudiar o hacer trabajos en otras casas, ya fuesen de amigos e incluso de familiares.

El arroz con pollo de tía Marianela, la pasta gratinada de tía Alba, las caraotas de mi abuela, el pan de jamón de mi abuelo, la sopa de los domingos de tía Mary, el hojaldre de tía Liris, las albóndigas y pizza de la mamá de Seba, la carne fría en casa de Liliana, los almuerzos en casa de Lea, la comilona de los primero de enero en casa de Mayra, todos ellos se recrean en mi memoria haciendo que me traslade a cada lugar y saborear nuevamente esos platos.

Como es normal extraño mucho esa cocina casera y a sus máximas representantes, por lo que he intentado en algunos casos imitar algunos de sus platos teniendo éxito en unos y no tanto en otros, está claro y es más que evidente que jamás quedarán iguales pero no busco la perfección sino matar el antojo; el primero fue el arroz con pollo de tía Nela, le pedí su receta, algunos tips y me armé de valor, creo que superé el reto con creces, compartí un poco con unos amigos y le dieron el visto bueno, mientras lo comía fue como sentarme en la cocina de su casa y ver a los muchachos llegar del colegio al mediodía con su alegría y energía.

El segundo fue el pasticho de mi madre, me decidí a prepararlo justo cuando Ray hacía dieta y no lo pudo probar, hice el esfuerzo (tono irónico) y todo para mí. Con el pasticho tengo una anécdota increíble, un día de jetón (porque no hay otra palabra que mejor describa mi insensatez), le dije a los muchachos de LICOM que llevaría un pasticho preparado por mi mamá para que lo probaran, le dije a la vieja que me preparara uno y así hizo, Lorena y Johann me dieron la cola y lo fuimos a buscar, sorpresa de mi madre cuando la dejé sin comida para los muchachos, me dijo con cara de incredulidad «¿te lo vais a llevar todo?», «sí mami» le respondí, no los dejé en cuatro bloques, ella había hecho una bandeja más pequeña que tenía de repele, pero seguro que se inventó algo más para completar el almuerzo. El pasticho fue un éxito, muy sabroso, arrasaron con la bandeja, comieron un montón y lo repartimos en la placita central del edificio de Grano de Oro.

Hace poco preparé lentejas, pensaba que serían más complejas o que tendrían un proceso de preparación más tedioso pero no fue así, me decidí y las puse a cocinar un lunes por la noche, Ray pensaba que no las tendría listas para el almuerzo del día siguiente, pero con tranquilidad me concentré y las tuve listas casi a media noche, Ray se lanzó un plato de lentejas a esa hora (y después dicen que el lambucio soy yo), ella fue quien realizó la cata y aprobó de forma contundente el plato. No quedaron ni cerca a las de mi madre, pero poco a poco iré perfeccionando la técnica y la sazón para lograr unas lentejas como las de Gladys Romero.

Por último el pernil que degustamos el pasado diciembre lo preparé siguiendo la receta de Scannone y algunos consejos que la prima Belkys y Álvaro me dieron. Fue un gran reto porque no sería solo para Ray, los niños y para mi, al final si quedaba mal pedíamos pizza y listo, sino que tendríamos invitados, los primos y la sobrina Yoletty, con lo que suponía un compromiso aún mayor. La prueba la pasé con nota y disfrutamos de nuestro pernil de navidad de forma extraordinaria. Hasta pudimos convidar a unos amigos a comer pernil con arepa y queso otro día, no eran las de agüita e'sapo pero algo es algo.

Con mis niños se repite la historia y es complicado hacer que coman de todo, es una lucha constante con ellos y su mayor aliado son el sándwich, pizza, tequeños o "pequeñitos" como ellos le dicen y el pollo frito, es un ciclo pero hay que tener paciencia, ya le irán agarrando el gusto a la comida como hicimos nosotros.

La sazón de nuestra comida es única, es una mezcla de sabores y culturas como lo somos nosotros mismos, muchos venezolanos viajan a Italia, China o España buscando platos típicos de esos países llevándose una gran decepción porque en Venezuela tienen un sabor especial y que no consiguen ni igualar.

En mi cocina aparece mi mamá con su dulzura y amor y mi papá con sus comidas especiales llenas de especias y olores, cada uno con sus particularidades y sellos que hacen que siempre me acompañen hasta en las cosas más simples, como en el ácido que desprende la mandarina al pelar.

Mi nombre es Kassem y soy Zuliano

A la memoria de la señora Bolívia, QEPD.